Cuando
Antonio Gutiérrez, ex secretario general de CCOO, informó al portavoz
socialista del Congreso, José Antonio Alonso, que iba a abstenerse en la
convalidación del decreto de reforma laboral, este le respondió que "La opinión es libre pero la lealtad al Grupo Socialista es obligada". A esta declaración de principios, Alonso añadió: "para eso fue acogido en esta organización".
En el marco de profundas discrepancias en CCOO, a Gutiérrez le escuché decirle con afecto sincero a Camacho: "Marcelino, te tengo más respeto que el que tú demuestras tenerte a ti mismo algunas veces". Era la vieja dicotomía Sancho/Quijote, realismo/utopía ante el debate de respuestas al tema capital y trabajo.
Ahora
a Gutiérrez le reclaman que no manche el mantel de la mesa de la casa
de acogida, que muestre lealtad y firme; dicho grosso modo: Roma no paga a traidores. Veremos si prevalece el respeto propio a la obediencia debida. De rodillas o de pie, porque la misa de París sólo acaba de empezar.