“Gato blanco o gato negro, da igual; lo importante es que cace ratones” manifestaba en 1985 el presidente Felipe González para alabar la política China en plena recesión mundial. Seguramente el castigado y sufrido pueblo griego da por bueno aquel proverbio chino si el gobierno de Tsipras (aunque no tenga mujeres y un ministro de derechas en su seno) responde a la reivindicación de sus votantes: vivir en condiciones dignas.
Sobre
las diferencias entre la situación de Grecia y España se han pronunciando
partidos de derechas, de izquierdas, de centro y medio pensionistas. Pero prevalecen
las semejanzas provocadas por las políticas de austeridad sin freno. El hartazgo
popular ante tanta impunidad junto con el descrédito de los partidos
tradicionales impulsa a lo nuevo. Aunque se empeñen en retratarlo como más de
lo mismo, y pretendan liquidar a quienes ponen cara al pretendido cambio, lo
cierto es que les va a resultar imposible porque la contienda se dirime en el
campo de las emociones, y ahí las balas no encuentran cuerpo.
Los
gobiernos europeos del norte y el Fondo Monetario Internacional sabían quienes
mal gastaron y falsificaron las cuentas de Grecia pero no hicieron nada. Más
aún, han sido evidentes los esfuerzos del establishment
para que continuaran ostentando el
poder los artífices del engaño masivo (Rajoy viajó allí para acto político a
favor de Samaras frente a Tsipras). Sin embargo, democráticamente el pueblo
griego les torció la muñeca, y ahora andan rabiosos tanto con el nuevo gobierno
griego como con quienes consideran homólogos a Syriza en España ante la
posibilidad de que acaben quebrándoles las piernas.
Está
constatado que la campaña del miedo fracasó allí, y probablemente fracasará
aquí también. Sería una torpeza que las izquierdas también repartieran
escopetazos a los miles que están en la propuesta: “2015 año del cambio”. ¡Allá
ellos!, pero el búmeran se muestra letal (ejemplos ya tenemos).