viernes, 29 de enero de 2016

Gobierno o nuevas elecciones, pero me matan

Nosolomérida
Albert Rivera (Ciudadanos) y Pedro Sánchez (PSOE)
Mercedes Sosa cantaba espléndidamente “Me matan si no trabajo”, obra del poeta cubano Nicolás Guillén. Canción cuyo estribillo, “Me matan si no trabajo, y si trabajo me matan. Siempre me matan, me matan, ay, siempre me matan”, define bien la situación actual del PSOE y Ciudadanos de cara a la investidura.

Ciudadanos pretendía el 20D alcanzar la posición de decisivos pero las urnas no le depararon el objetivo perseguido. La gran coalición PP/PSOE/Ciudadanos le eludía del fatídico “me matan si no trabajo, y si trabajo me matan”, pero parece distanciarse definitivamente tal acuerdo. Le toca trabajar a favor del PP o a favor del PSOE porque de no hacerlo las nuevas elecciones lo postergarán a desempeñar papel testimonial en el Congreso de los Diputados. Así lo constatan todas las encuestas post-20D. Porque a pesar de los casos de corrupción que asolan al PP, señalan a este partido como depositario de los votos que a gran escala perdería Ciudadanos.

Mientras tanto, exdirigentes socialistas y algunos actuales, traen al escenario aquel encuentro de Fernando de los Ríos con Lenin acerca de las posibilidades de ingreso del partido en la Tercera Internacional. Sería la versión que denominan  “puro leninismo 3.0” o ¿trabajar con Podemos para qué?

Un conveniente paréntesis para quien tiene su público y habla del asunto que nos ocupa.
(El pasado jueves, José María Aznar: “Podemos es una amenaza para nuestro sistema democrático y nuestras libertades. Esas personas no creen en un sistema democrático y quieren subvertirlo; no creen en el Estado de derecho; no creen en la independencia judicial; no creen en un sistema democrático libre ni en la economía de mercado, ni en las libertades de las personas y, de ahí su carácter chavista-comunista. Podemos es un riesgo político y, si tiene alguna posibilidad de llegar al Gobierno, mucho más todavía”.

Año 1979, Aznar: "Vientos de revancha son los que parecen traer algunos de los Ayuntamientos recientemente constituidos. El de Guernica aprueba por unanimidad retirar la medalla de la villa, así como todos los honores concedidos al anterior Jefe del Estado -que aunque moleste a muchos gobernó durante 40 años y se llamaba Francisco Franco(...) En Coslada (Madrid), las calles dedicadas a Franco y José Antonio lo estarán a partir de ahora a la Constitución. En Valencia, la Plaza del Caudillo pasará a llamarse del "País Valenciá". Y no hemos hecho más que comenzar (...) En vez de dedicarse a la mejora de sus Municipios, se dedican a borrar la Historia").

Cerrado paréntesis.
Pero bien parece que la dirección del PSOE tiene resuelta la pregunta ¿estabilidad para qué?, y que está descartada la gran coalición digan lo que digan desde la “vieja guardia”. 

En fin, el PSOE se enfrenta a la horma que aprieta su zapato desde hace décadas: la credibilidad. Se trata de digo Diego y hago Diego. Trabajar por un pacto de izquierdas con el aval del Comité Federal de este sábado o con el aval de los militantes. De no hacerlo, elecciones nuevas y probablemente al lugar que le señalan sus propias encuestas

lunes, 25 de enero de 2016

Política de normal, como la calle

Nosolomérida
Podemos presentando propuesta Gobierno de Progreso
 
"Resulta sorprendente que 40 años después de aquel discurso estemos inmersos en una suerte de cruzada que pretende convencer a la ciudadanía de que los podemistas son como aquellos comunistas come niños de 1976". 

 Allá por los inicios de la transición, año 1977, el presentador del telediario José Luís Uribarri dijo alto y claro a los televidentes que no confundieran su apellido con el de Ibárruri, que era el de la dirigente del partido comunista de España, Dolores. Por entonces se hacían chistes acerca de los peligrosos comunistas, y seguían recomendando no juntarse con “esa gente” a los españoles que se consideraran de bien. Después, poco tiempo después, se constató que los comunistas no eran bichos raros, que no se comían a los niños, que ante la adversidad demostraban altura de miras, eso que llaman sentido de Estado, que mostraban una serenidad encomiable ante hechos tan tremendos como la matanza de los abogados de Atocha, y que su acción de gobierno -bien directa, bien como coaligados- se regía por el cumplimiento estricto de las normas democráticamente establecidas.

En la pasada campaña electoral del 20D hemos oído por doquier cómo los candidatos de Podemos se esforzaban en poner datos sobre la mesa acerca de la buena gestión de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, de su homóloga de Madrid, Manuela Carmena, e ídem de los alcaldes de Zaragoza y Cádiz, Xulio Ferreiro y José María González (Kichi), respectivamente. Pretendían demostrar que en las corporaciones gestionadas por ellos no había descalabros económicos, ni medidas antidemocráticas que conculcaran los principios constitucionales por los que nos regimos.

Tanto esfuerzo por parte de los dirigentes de Podemos y afines para presentar como normal lo que la ciudadanía había elegido con normalidad, nos trajo a la memoria el primer discurso televisivo del presidente Suárez, año 1976, cuando dijo aquello de: “Hay que elevar a la categoría política de normal lo que a nivel de calle es simplemente normal".

Resulta sorprendente que 40 años después de aquel discurso estemos inmersos en una suerte de cruzada que pretende convencer a la ciudadanía de que los podemistas son como aquellos comunistas come niños de 1976. Resulta patético escuchar a periodistas de Antena3 avergonzados de la información que trasladan sobre vídeos que vinculan a los podemistas con el chavismo. De los vomitivos comentarios de políticos y tertulianos acerca de sus vestimentas y demás, mejor no entrar. Y dejemos para la Fiscalía las amenazas de muerte a Íñigo Errejón, Carolina Vescansa y Rita Maestre del sin par Losantos.

No es preciso recordar que no es normal la corrupción, que no es normal que el partido que aspira a seguir gobernando España esté imputado, que no es normal que pretenda seguir gobernando tras el sufrimiento ocasionado a millones de españoles por sus políticas austericidas.

Lo normal debería ser que se abra paso a lo que la gente ha puesto su esperanza y depositado su confianza. No hubo inestabilidad con los comunistas, ni es cierto que la habrá con los podemistas ahora. Guárdense su inestabilidad.

sábado, 23 de enero de 2016

Política de normal, como la calle

Nosolomérida 
Pablo Iglesias (Podemos), Pedro Sánchez (PSOE) y Alberto Garzón (UP-IU)

Allá por los inicios de la transición, año 1977, el presentador del telediario José Luís Uribarri dijo alto y claro a los televidentes que no confundieran su apellido con el de Ibárruri, que era el de la dirigente del partido comunista de España, Dolores. Por entonces se hacían chistes acerca de los peligrosos comunistas, y seguían recomendando no juntarse con “esa gente” a los españoles que se consideraran de bien. Después, poco tiempo después, se constató que los comunistas no eran bichos raros, que no se comían a los niños, que ante la adversidad demostraban altura de miras, eso que llaman sentido de Estado, que mostraban una serenidad encomiable ante hechos tan tremendos como la matanza de los abogados de Atocha, y que su acción de gobierno -bien directa, bien como coaligados- se regía por el cumplimiento estricto de las normas democráticamente establecidas.

En la pasada campaña electoral del 20D hemos oído por doquier como los candidatos de Podemos se esforzaban en poner datos sobre la mesa acerca de la buena gestión de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, de su homóloga de Madrid, Manuela Carmena, e ídem de los alcaldes de Zaragoza y Cádiz, Xulio Ferreiro y José María González (Kichi), respectivamente. Pretendían demostrar que en las corporaciones gestionadas por ellos no había descalabros económicos, ni medidas antidemocráticas que conculcaran los principios constitucionales por los que nos regimos.

Tanto esfuerzo por parte de los dirigentes de Podemos y afines para presentar como normal lo que la ciudadanía había elegido con normalidad, nos trajo a la memoria el primer discurso televisivo del presidente Suárez, año 1976, cuando dijo aquello de: “Hay que elevar a la categoría política de normal lo que a nivel de calle es simplemente normal".

Resulta sorprendente que 40 años después de aquel discurso estemos inmersos en una suerte de cruzada que pretende convencer a la ciudadanía de que los podemistas son como aquellos comunistas come niños de 1976. Resulta patético escuchar a periodistas de Antena3 avergonzados de la información que trasladan sobre vídeos que vinculan a los podemistas con el chavismo. De los vomitivos comentarios de políticos y tertulianos acerca de sus vestimentas y demás, mejor no entrar. Y dejemos para la Fiscalía las amenazas de muerte a Íñigo Errejón, Carolina Vescansa y Rita Maestre del sin par Losantos.

No es preciso recordar que no es normal la corrupción, que no es normal que el partido que aspira a seguir gobernando España esté imputado, que no es normal que pretenda seguir gobernando tras el sufrimiento ocasionado a millones de españoles por sus políticas austericidas.

Lo normal debería ser que se abra paso a lo que la gente ha puesto su esperanza y depositado su confianza. No hubo inestabilidad con los comunistas, ni es cierto que
la habrá con los podemistas ahora. Guárdense su inestabilidad.