Decir
Corbacho a mediados de 2008 representaba nombrar a José, actor,
director y cómico televisivo. Pocos en Extremadura lo identificaban con
Celestino, ministro de Trabajo e Inmigración desde abril de ese año;
salvo en su pueblo de nacimiento (Valverde de Leganés), en el de origen
de su familia (Valle de Matamoros) y en algunos más.
Tuve
el honor de felicitarle el 16 de mayo de 2008 en Mérida, en presencia
de Fernández Vara, y recuerdo que me dijo ¡Vaya embolao que me ha tocao!
Quizás era una premonición de lo que se le venía encima. Dos años y
medio después, unos días antes de dejar el ministerio, vino a expresar
lo mismo ante Gabilondo en la CNN al decirse "chico qué mala suerte has tenido y qué marrón te ha tocado". Es prácticamente lo mismo que este sábado le decía Zapatero en el Comité Federal del PSOE: "Gracias, Corbacho, en una etapa tan difícil en un momento tan duro".
Corbacho dijo recientemente con cierta amargura: "Desde
que llegué al ministerio no he tenido ni un solo día en el que se me
haya podido dar una buena noticia sobre los datos del paro".
Puede que la historia valore los datos del paro de España junto con los
del número de parados que percibían alguna ayuda del Estado. También
puede que la historia valore las medidas adoptadas por el ministro
Corbacho para suspender temporalmente las bases de la socialdemocracia
junto con las adoptadas por los populares de Inglaterra para finiquitar
los restos de la socialdemocracia. Entonces nos acordaríamos de
Corbacho, de Celestino.
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