Este
diario recogía el domingo la entrevista realizada por J. R. Alonso de
la Torre a la arquitecta Laura Barquero, joven de Navalmoral de la Mata,
en la que la entrevistada da importancia a la imagen: «Tendré que
entrar en ese juego de ir bien vestida, tener un coche con apariencia».
Refiere presuntas corrupciones y define su ética profesional: «A
los ayuntamientos, lo que les interesa es sacar la máxima pasta
posible, que los materiales sean una mierda y entonces pues me estoy
prostituyendo y ya está».
Cuesta creerlo, pero esta realidad es nuestra. Aparece justo cuando se
apagó la luz brillante de Saramago y, sin quererlo, contribuye a hacer
más inmensa la generosidad del intelectual portugués. De las causas
universales de Saramago a la causa personal de la arquitecta; del lujo
de su obra a la obra para el lujo (pasta y apariencia). Su abuelo, pobre
y analfabeto, fue para él la persona más sabia que conoció a lo largo
de sus 87 años. Pues eso, señora arquitecta, quienes nos dedicamos a la
enseñanza nos seguimos quedando con el maestro José Saramago.
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