Las
investigaciones judiciales del caso Gürtell siguen aflorando datos
nuevos; tantos, que da la impresión de que la trama no tiene fin
cercano; la sensación es que va para largo. Los periodistas, los medios
de comunicación, en el ejercicio de su profesión difunden lo relacionado
con el asunto, que probablemente le es suministrado por personas
cercanas al partido que denuncia el acoso.
El partido político afectado por las publicaciones sobre el caso, se muestra indignado y hace un llamamiento "a
la opinión pública española e internacional sobre las tremendas
consecuencias de tratar de aniquilar al primer partido de la oposición". Añade, que está siendo objeto de "una
campaña sistemáticamente programada y ejecutada de ataque y
desprestigio de sus cargos públicos y del propio partido, en la que se
utiliza como instrumento de difusión a un determinado grupo de
comunicación", y acusa a los medios que informan sobre el caso de situarse "al margen de la libertad de expresión".
La ciudadanía que espera explicaciones de los hechos, sabe y recuerda aquello del "contubernio judeomasónico-comunista",
o sea, la teoría de la conspiración para desde el victimismo político
amedrentar a diestro y siniestro; pero también sabe que el victimismo
constituye una de las herramientas básicas de quienes ocupan el
escenario público. La ciudadanía reconoce la falsedad de la afirmación
de que "todos los políticos son iguales"-
todos reciben regalos-, o sea, la teoría del ventilador para
generalizar injustamente e igualar un obsequio institucional con un caro
soborno de un contratista corrupto; generalización que incrementa
peligrosamente la desafección política. Al final, tanto afán por matar
al mensajero les resultará más costoso que matar a la verdad; mientras
tanto, la siesta de la justicia (agosto) pasará rápida.
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