Hace bastantes años, en un interesante debate televisado, Nicolás Redondo, en calidad de secretario general de la UGT, le dijo a Carlos Solchaga, entonces ministro de Economía y Hacienda, “Tú problema son los trabajadores”. Ahora son los trabajadores de Justicia un problema para el ministro Mariano Fernández Bermejo.
Somos
muchos los que estamos siguiendo con interés el desarrollo de los
últimos acontecimientos: referéndum democrático que rechaza el
preacuerdo suscrito entre los representantes sindicales y la
Administración de Justicia; ministro de Justicia que denuncia que
quienes no secundan la huelga no han podido votar y que el referéndum
era para la aprobación de lo pactado, no para su rechazo o
desaprobación; el presidente del Gobierno en funciones lamenta que los
funcionarios “no validaran el acuerdo que ya se había alcanzado con los representantes sindicales”,
porque esto “no es un buen precedente”; los sindicatos replican a
Bermejo que en el referéndum votó todo el mundo y le instan a demostrar
su denuncia de fraude; un sindicato anuncia que desconvocará la huelga
si el Gobierno se compromete a abrir una negociación seria y rigurosa en
un plazo de 48 horas; otro sindicato manifiesta que “intentaremos
convencer a los compañeros de Justicia para que se mantengan en la
plataforma porque la voluntad de ellos es continuar pese a la decisión
que por encima de ellos haya tomado la dirección del sindicato” y otros actores entran en el debate: “Las
pretensiones de los trabajadores son justas, pero tiene que prevalecer
el derecho de los ciudadanos; ellos no pueden perder sus derechos”.
Como
trabajador que desde fuera sigo el conflicto quisiera hacer llegar mi
valoración en los términos siguientes: referéndum limpio y rechazo
rotundo al preacuerdo; la pretensión ministerial de que los “esquiroles” sean decisivos en el resultado de la consulta supone un insulto tanto para los que “luchan”
como para la historia del movimiento obrero; defender que la ciudadanía
da carta blanca a sus representantes legítimos para acordar según
estimen, era el manido discurso empleado para validar la intervención en
la guerra de Irak. Discurso que siempre contó con “palmeros” que el tiempo ha puesto en su sitio, aunque como ahora esgrimieran razones de Estado: paz, interés general, etc.
Que
los esfuerzos no siempre se traducen en resultados es algo que suele
ocurrir, pero que sin esfuerzos no hay avances es una certeza. Adelante
compañeros, siempre adelante por la dignificación.
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