Todavía
resuenan las palabras de Aznar: Ya no se puede hacer nada más. Que Dios
les ayude, que tengan mucha suerte y que vuelvan con el triunfo, era la
noche del 16 de julio de 2002, y aparentemente estaba en juego la isla
de Perejil. La provocación marroquí era la perfecta excusa para hacer
rectificar a Aznar sobre su apoyo a la creación de la República Árabe
Saharaui. Después vino lo del petróleo en el subsuelo saharaui. Al
final, unos vendieron el orgullo de victoria militar al modus Trillo
sabiendo que los otros firmaron contratos con empresas americanas y
francesas para explotar el petróleo del Sahara Occidental. Ocho años
después viene Perejil 2 de la mano del personaje Aznar; esta vez en
Melilla y poco después de haberse retirado la estatua del caudillo
genocida. El visitante no suma nada, nada para España; salvo ánimos y
rencor para los entusiastas de los Reyes Católicos. De Rajoy sabemos que
otorgó el paseo triunfal; hasta puede que se frote las manos por el
papelón del personaje. Al menos, Rubalcaba no entra en provocaciones, ni marroquíes ni del personaje. Él, muy prudente, sabe lo de bueno, bonito y barato.
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