El peso económico de China y su presencia diplomática crecen, y más aún en los tiempos de crisis financiera mundial. El
viceprimer ministro chino Li Keqiang en su reciente visita le ha dicho a
Zapatero: "Las medidas que ha adoptado España ante la crisis son duras,
pero necesarias y adecuadas".
Zapatero y Rajoy no dudan de los beneficios económicos que nos
reportará que quien ejerce de banco central mundial apoye a la economía
española: estamos ante los intereses. Otra cosa es el régimen de partido único, respecto a los derechos humanos, etcétera, en China: estaríamos ante los principios.
Y tanto Zapatero como Rajoy parece que no están en posición de
regatearle nada al emisario chino, sino más bien de emular a Marx
(Groucho): "Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros".
Probablemente
la baja calificación de los partidos políticos y la creciente
desafección política de la ciudanía pasen a la historia como hechos muy
relevantes de 2010. Negar
la realidad de la crisis y la insuficiente explicación de las medidas
para contrarrestarla son los elementos que conforman la baja nota de
unos, y la percepción de la escasa o nula colaboración con el Gobierno
para superar la crisis económica constituye el núcleo de la baja nota de
los otros.
Cuando Zapatero negaba la crisis,
los demás dirigentes de su partido también lo hacían en público. Ahora
que la credibilidad del presidente del Gobierno está bajo mínimos, casi todos los que miraron para otro lado ponen tierra por medio para salvaguardar su feudo.
Marcan distancias para mantener su credibilidad, como si la parte no
fuera percibida como común al todo. Parecen ajenos a que esa actitud de
salvación propia contribuirá a una mayor caída de los suyos.
Por su parte, el principal
partido de la oposición mostrará actitud seria y responsable apoyando
parte de las reformas que el amortizado Zapatero pretende aprobar
próximamente.
Será su estrategia, su activo electoral: una muy medida colaboración
con el Gobierno. Tanto el incremento de la protesta social (los líderes
sindicales también se juegan su credibilidad) como la probable derrota
electoral en las autonómicas y municipales de mayo 2011 se encargarán de
hacer el resto.
Lo
cierto es que tanto la complicada salida del actor principal como la
táctica próxima de ahogadillas políticas no deberían ser impedimentos
para una apuesta partidaria decidida por soluciones políticas. Estamos
cansados de constatar que son parte del problema, deseamos verlos como agentes para la solución.
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