Analistas
políticos sitúan la falta de propuesta unitaria y de estrategia común
de la izquierda europea para solventar la crisis económica como la razón
principal de que la derecha haya ganado las elecciones. Consideran que
su correlato ha sido que cada ciudadano ha votado sobre la base de su
debate nacional y, por ello, el veredicto de las urnas ha colocado a
quienes gestaron la crisis como los gestores que tienen que sacarnos de
ella. Esta decisión de la ciudadanía es sorprendente para unos, sabia
para otros.
También
consideran que el resultado electoral ayudará a que el anfitrión de las
Azores, Durao Barroso, renueve su cargo como presidente de la Comisión
Europea, apoyado por los dirigentes socialistas Brown, Sócrates y
Zapatero, a sabiendas de cuánto debilitó a Europa su posición favorable
para la ilegal guerra de Irak.
Además,
dan por hecho que los números de las urnas servirán para que muchos
políticos los esgriman en su ámbito (local, provincial o nacional) como
fórmula de exculpación de los procesos judiciales iniciados, o a punto
de iniciarse, contra ellos. Sabiendo que los desafectos,
abstencionistas, han sido mayoría.
Quizás
lo más relevante sea, por una parte, que muchos trabajadores han votado
a partidos fascistas (votación que en tiempos cercanos fue el preludio
de la asunción democrática al poder de autócratas); por otra, el
incremento de los euroescépticos. Todo ello, mientras mucho dinero
público fluye a entidades ineficientes e incapaces de generar riqueza, e
intentan distraernos con cuestión de confianza aquí y allá; tantas que,
a este paso, acabará solicitándola el alcalde de La Codosera. Cuánta
reflexión, prudencia y consenso echamos de menos para una Europa que
vale la pena, y cuánto cinismo sobra.
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