Víctor Casco, Pedro Escobar y Alejandro Nogales |
Los
resultados de las elecciones
autonómicas de 2011 en Extremadura fueron una sorpresa para los tres
partidos con representación en la Asamblea. A todos pilló a contrapié. El
cortejo a Izquierda Unida hizo acto de presencia sin ningún tipo de pudor. A IU
parecía que le iba la marcha. Puso deberes a los dos novios aspirantes al
casamiento, “Los
Doce “mandamientos”, porque 37.096 votos (7.068 más que en 2007) y tres
escaños daban para que sendos pujaran fuerte. Pero no hubo tiempo para la puja
porque pudieron los agravios acumulados, la necesidad
histórica.
Celebrada
la boda se inicio la convivencia y obligada exposición en fechas señaladas, los
Presupuestos
Generales de Extremadura y moción
de censura. También en toda una serie de actos de notable visibilidad, renta
básica, educación, sanidad,
etc. hubo exposición de la buena convivencia del matrimonio. Estas actuaciones propiciaron
relevante dimisiones
y crisparon
el ambiente general de la familia (hasta un diputado marcó posición
diferenciada).
Por
si fuera poco lo referido, apareció lo de las cuentas
poco claras de un diputado de la familia, cuya derivada inmediata ha sido
que tres miembros de la casa exigen el cese de dicho diputado por “transparencia
y honestidad” o se
van ellos.
Sabemos
cuanta alegría hubo la noche electoral de mayo de 2011 en la sede de IU
regional, nos acordamos de aquello de “ni
por activa ni por pasiva” y, a la vez, constatamos el fracaso de abatir un kerenski,
que está políticamente más
vivo que en 2011.
En
fin, entre lo que aprietan los círculos
y que los propios anuncian que se
van hacen bueno aquello de “en casa del pobre, dura poco la alegría”.
Al
final queda el caos y la afirmación de quien se va “ahora no somos nada,
pero podemos llegar a ser todo porque ellos pueden llegar a serlo”. ¿Entonces
las alforjas para el viaje de tres años? Para nada, los 37.096 para nada. Ética
y estética, miserables.
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