Da igual que la popular Celia Villalobos defendiera hace unos días en un programa televisivo los complementos de jubilación de diputados y senadores aprobados en 2006 (pensión los
denominaba el moderador del programa, con el BOE en la mano). También
da igual que su partido hace menos de un mes en las mesas del Congreso y
Senado rechazara la propuesta de suprimir dicho complemento, que había
sido formulada por UPyD. Todo da igual, porque ya es leyenda urbana: los políticos son unos privilegiados en activo y de jubilados.
Pierde
el tiempo quien se esfuerce en hacer pedagogía sobre que son 70 los
parlamentarios jubilados que tienen reconocido dicho complemento con una
aportación media de las Cortes de 1.066 euros mensuales. De nada
servirá señalar que se trata de parlamentarios, en su mayoría, de las
primeras legislaturas que venían de la clandestinidad o del exilio y no
cotizaron lo suficiente para tener la pensión máxima. Tampoco servirá de
nada referir que sus señorías no cotizan durante su permanencia en las
Cámaras, con las obvias consecuencias en su prestación final si no
recibiera algún complemento. La leyenda los sitúa como jubilados y con
pensión máxima por estar 11 años en las Cámaras. Más aún, sus señorías salen de las Cámaras con pensiones vitalicias, según la dirigida leyenda.
La
propuesta de Rajoy de pedir al Congreso que revise dicho sistema de
compensación de pensiones y se elimine cualquier cosa que pueda suponer
un privilegio respecto al resto de ciudadanos, bien podía ampliarla para
revisar tanto las indemnizaciones por cese de actividad a las que
tienen derechos sus señorías como las cuantías que los Presupuestos
Generales establecen para la Casa Real. Luego vendría la propuesta de
devolver al Estado los salarios de las señorías que cobran del partido,
sean diputados, senadores, alcaldes, concejales, etc.
Atizar
el fuego de la desafección política de la ciudadanía es fácil, pero
irresponsable. Hacerlo ahora, cuando sindicatos, empresarios y Gobierno
están negociando la reforma del sistema de pensiones, en nada beneficia
al necesario e imprescindible pacto social. Más bien parece obedecer al
cuanto peor mejor y a favorecer la crispación tabernaria, esta vez
haciendo populismo con un puñado de complementos de parlamentarios
jubilados, el 1,94% desde 1977.
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