El
jueves 14 de abril, Vicenç Navarro en el artículo “Rebélate” denunciaba
que las políticas de concentración del poder financiero y empresarial
están dañando seriamente tanto al estado del bienestar como a la
democracia; por ello, reclamaba movilizaciones para exigir al Estado que
responda a la sociedad en lugar de imponerse a ella.
El
domingo siguiente, el partido ultraderechista Auténticos Finlandeses
alcanzaba el tercer lugar en las elecciones (casi con el mismo
porcentaje de votos que los dos que les precedieron) con un discurso
contrario a las ayudas de rescate a Grecia, Irlanda y Portugal. “¿Por
qué nuestro dinero tiene que ir a destinos inciertos? No podemos
renunciar a nuestro dinero. Si la vaca es finlandesa tenemos que
ordeñarla en Finlandia y no enviar su leche al extranjero”, manifestó su
líder Timo Soini.
El
lunes 18 de abril, saltaba por los aires el acuerdo de Schengen sobre
la creación de una zona de libre circulación con la supresión de las
fronteras comunes de los países firmantes, puesto que la Comisión
Europea daba la razón al Gobierno de Francia en el enfrentamiento con el
Ejecutivo italiano a cuenta del destino de miles de norteafricanos
arribados a las costas de Lampedusa. La presidenta del ultraderechista
Frente Nacional, Marine Le Pen, manifestó que “sólo una salida de
Francia del espacio Schengen permitirá al país controlar sus fronteras”.
Al
día siguiente, los impulsores de las consultas soberanistas celebradas
en más de 500 municipios de Cataluña registraron en el Parlament una
Iniciativa Legislativa Popular para que la Cámara convoque un referéndum
secesionista oficial.
La
ola reaccionaria avanza en Europa y muestra la cara individualista sin
pudor. Las muestras de la escalada no dejan de sucederse. Todo indica
que, tanto los más afectados por la crisis como los afines al “nos
roban”, están engordando los resultados electorales de tales opciones
políticas. La derecha clásica para captar a esos votantes toma
iniciativas o hace proclamas populistas que en nada benefician a
consolidar la Unión Europea, ni a superar la crisis en su ámbito
territorial.
Las
propuestas centradas en todos, solidarias y de afirmación de lo
colectivo, vendrían a ser la alternativa a las propuestas centradas en
ti. Las primeras emanarían de la ciudadanía a modo de reacción
continuada contra los responsables de la crisis, y en defensa del estado
de bienestar y de la democracia; las segundas, desde el conocido
paternalismo, pretenden que continúe el estado de letargo e indiferencia
de los ciudadanos para evitar tener que hacer alguna concesión. Sabemos
de las propuestas centradas en todos que se están produciendo en el
mundo árabe; está por ver como se articularán dichas propuestas en
nuestra sociedad o si quedará todo en la lectura de ¡Indignaos!: alegato
contra la indiferencia.
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