domingo, 3 de febrero de 2019

Víctimas del franquismo y colonos del Caudillo

Nosolomérida.es
Dietmar Post y Víctor Rodríguez

El pasado viernes se proyectó en la Casa de la Cultura de Guadiana del Caudillo el documental “La causa contra Franco”. El acto cultural había sido organizado por la Asociación de Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura (ARMHE) y contaba con la colaboración de la plataforma ciudadana “Guadiana Despierta”.

Durante la proyección del filme los espectadores se removían de sus asientos y, a la vez, discutían con protagonistas del documental. Me recordaba aquellos tiempos en los que en el cine de verano del pueblo, el del “tío Tuno”, se aplaudían escenas, se acompañaba al justiciero de turno con alabanzas, etcétera; en fin: el espectador se incorporaba a la película como si de un protagonista más se tratara.

Pero esta vez, el sentimiento general de los espectadores era de incredulidad, repudio y vergüenza ajena. Se removían conciencias al escuchar las negaciones de la hija del general Juan Yagüe sobre lo que se llevó a cabo en Badajoz, plaza de toros, durante la noche del 14 de agosto de 1936 y el siguiente día por la mañana.

Qué decir del horror que les supuso ver como María Eugenia Yagüe exhibía sin pudor, entre los símbolos falangistas, la fotografía del líder militar y miembro relevante del Partido Nazi, Hermann Gooring, dedicada a su padre. Atónitos se mostraron al escucharle decir: "Yo eso no me lo creo. Mi padre me dijo antes de morir que no me dejaba dinero pero sí un apellido limpio. Una persona como mi padre no es tan criminal". Atónitos porque le acababan de mostrarle documentos que certifican las brutales matanzas en Badajoz, y no muestra la más mínima misericordia con, al menos, aquellas víctimas, que tan bien relata el escritor e historiador extremeño Justo Vila en la novela “Lunas de agosto”.

Idénticos sentimientos se reproducían al escuchar el testimonio del exministro José Utrera Molina. Lo niega todo, y lo define como “una patraña oscura realizada por miembros de la extrema izquierda”, a la vez, que manifiesta su rechazo a hablar con “la señorita esa de jueza” (en referencia a María Servini, que lleva el proceso abierto en Argentina contra los crímenes de Franco y su régimen en España).

Tampoco faltaron exclamaciones al presenciar imágenes de los cadáveres apilados en las tapias del cementerio de Badajoz. Ni antes aquellos desfiles militares presididos por nazis y franquistas.

De nuevo expresiones, y cerca del aplauso, para resaltar la dignidad de los hermanos Kalzada (Julen y Elisa), de Ascensión Mendieta, Mercona Puig Antich - hermana de Salvador Puig Antich - ,de Lidia Falcón, etcétera. Murmullo general cuando Falcón describe las torturas sufridas y señala a Antonio González Pacheco (“Billy el Niño”).



En la mesa del debate posterior José Manuel Corbacho, presidente de ARMHEX, y Dietmar Post, codirector del documental. El objetivo de mostrar que la violencia del régimen no se suavizó con el paso del tiempo, ha sido conseguido. También que los esfuerzos ante los negacionistas de las vilezas del régimen deben continuar.

Destacar que Dietmar Post, en el prólogo del documental pidió perdón en nombre de Alemania por lo que pasó, y que todos conocemos. ¡Qué contraste con los negacionistas de España del execrable régimen franquista!

Post señaló como responsables del largo silencio a los partidos, sindicatos, intelectuales..., y a esa "movida madrileña" que como vil anestesiante se inoculó por los pueblos de las tierras de España.

Pero Dietmar tiene, como el final del documental, esperanza de que la verdad, la justicia, la memoria y la reparación se abrirán paso. Y una receta: participar, organizarse y votar. Tres ingredientes para tiempos convulsos, pero imprescindibles para que no vuelvan bajo el paraguas de la democracia a imponer sus principios y valores.

Tú receta es nuestra receta, en ello estamos, le dijeron a Post. Mientras, José Manuel Corbacho, asentía y aplaudía. Satisfecho por el acto cultural: lugar, participación, memoria y verdad. Tanta verdad, ante jóvenes y mayores.

Entre los espectadores víctimas del franquismo y colonos del Caudillo, imposible retener la emoción, y la rabia. Tanta rabia acumulada, y con tanta dignidad.

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